Originaria de los Andes y cultivada desde hace más de 5.000 años, la quinua ha sido durante siglos un alimento esencial en la dieta de comunidades indígenas de Bolivia, Perú y Ecuador. Conocida como “el grano de oro”, esta semilla —aunque comúnmente se la trate como cereal— se destaca por su extraordinario valor nutricional y su versatilidad en la cocina.
Rica en proteínas de alto valor biológico, fibra, minerales como el hierro y el magnesio, y libre de gluten, la quinua ha ganado un lugar privilegiado en la gastronomía mundial. Su capacidad para adaptarse tanto a platos dulces como salados la convierte en una excelente base para ensaladas, guisos, desayunos, e incluso postres.
Más allá de su perfil nutricional, la quinua representa una conexión viva con la cultura ancestral andina. Su cultivo se asocia con prácticas agrícolas sostenibles y formas de vida respetuosas con la tierra, lo que la posiciona también como un símbolo de soberanía alimentaria.
Hoy, chefs de renombre la incluyen en menús gourmet, mientras que en hogares de todo el mundo se incorpora como alternativa saludable. La quinua no es solo un superalimento: es un legado que ha trascendido fronteras para recordarnos que lo ancestral también puede ser vanguardia.